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martes, 18 de septiembre de 2007

Soñé

Soné tu mirada. Soñé tu llamada. Soñé tu amor.
Desperté sola en una mañana gélida.
Desperté con mil obligaciones y problemas.
Desperté y ni en sueños te pude hallar.

Pedro y Pablo

Pedro y Pablo, propietarios inconexos, trashumantes pero atentos, bellos y a la vez lejanos.

A veces pasean por Vía Apia como fantasmas silentes, sin manos, culminando un veintinueve de junio cualquiera en una Roma tan cruel como vieja, ígnea, atroz.

Tal vez necesitemos dos mil años más para comprenderlos. Para saber qué quisieron gritar desde allí al mundo. Tal vez.

La Perfidia

Eran jóvenes, se amaban, parecían felices. El, apenas terminó el colegio secundario comenzó a estudiar con afán en la Universidad del Norte para darle una buena vida a la joven que amaría toda la vida.
Iba a visitarla a La Plata todos los fines de semana, salían, bailaban, se amaban sin límites.
Ella, algo mayor, ya cursaba tercer año del Profesorado en Ciencias Exactas.
El, un día cualquiera, halló el diario en el sillón del patio. Lo abrió sin pensar demasiado.
En los avisos sociales, halló el nombre de su amada. María José se casaba el sábado siguiente con el aristócrata español Jesús Manuel de Griñón en la Catedral de La Plata.

Los novios saludaron en el atrio.

Rea


Ahí estás con las otras ninfas en esa esquina fría y oscura. Falda cortita como breve es tu risa amarillenta. Parecen duendes caídos de un cuento sin final.
Me atrevo a decirte que te tengo lástima. Cuando el cliente es atractivo, envidia.
Hay que ser muy macho para ser puta.
Estar fuera de las miradas de una ciudad tradicional, un país histriónico, la religión que agobia, un mundo que juzga. Cruzaste todas las líneas, estás más allá, pero seguís dentro de un mismo globo de metal y hielo.

Sin Epifanía



Era enero cuando se fue. Así, sin decir palabra.


Vivió, sufrió, lloró, parió, rio, amó. Se mudó cinco veces a cinco ciudades diferentes, haciendo un mapa afectivo de la provincia más sensible que la fría cartografía.


Se la llevaron los Reyes en alguna alforja de nubes, no hubo epifanía para ella.


Tal vez en este enero interminable la vida triunfe sobre la muerte.


Tal vez la eternidad no sea un verso más de los tantos que ellos prometen.


Quizá.




Homenaje póstumo a mi abuela gringa, Magdalena Marconi, fallecida el 5 de enero de 2006.