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martes, 13 de mayo de 2008

MEMORIA RURAL

-Chau, hasta pronto... - dijeron las dos Marías y desaparecieron en la camioneta rumbo al sur.
Recuerdo las mañanas felices en el campo: corríamos entre el mar azul del lino, pensando que todo nos pertenecía, charlábamos a la sombra del timbó, con castillos de sueños y fantasías.
Mis primas ya no tienen planes pero tienen vida, yo te tengo a ti y a la literatura.
Pero me falta el oro del trigo, el olor del humus, el andar del abuelo. Su bracero se apagó junto al caballo moro, se fue con su paso cansino al atardecer, tal vez envuelto por el rumor de los álamos cubriendo el poniente de la vasta pampa gringa.

sábado, 10 de mayo de 2008

CASAL

Estaban siempre en el balcón. A veces, cenaban en el piso. Solían dormir de día y mirar hacia la calle hasta tarde.
Doña Anita ya no los veía, con su paso cansado y la tos de medianoche. No sé cuantos años pasaron, pero una mañana se la llevó la nieta y no supimos más de ella.
Ellos siguieron sentados en el balcón gris.
Un día cualquiera una empresa de construcciones envió al antiguo edificio máquinas demoledoras.
No les llevó más de tres horas hacer desaparecer el piso de doña Anita, su balcón gris y las plantas fueron escombros en pocos minutos.
El casal de palomas alzó vuelo en círculos, manteniéndose a la par.
Don Antonio los miraba desde el umbral de su almacén. Se quitó la gorra y apretó las mandíbulas al verlas.
Hace varios meses que viven en el altillo de los fiambres. Muy juntos, me miran cuando busco el pan todas las mañanas y yo les guiño el ojo con complicidad.