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sábado, 10 de mayo de 2008

CASAL

Estaban siempre en el balcón. A veces, cenaban en el piso. Solían dormir de día y mirar hacia la calle hasta tarde.
Doña Anita ya no los veía, con su paso cansado y la tos de medianoche. No sé cuantos años pasaron, pero una mañana se la llevó la nieta y no supimos más de ella.
Ellos siguieron sentados en el balcón gris.
Un día cualquiera una empresa de construcciones envió al antiguo edificio máquinas demoledoras.
No les llevó más de tres horas hacer desaparecer el piso de doña Anita, su balcón gris y las plantas fueron escombros en pocos minutos.
El casal de palomas alzó vuelo en círculos, manteniéndose a la par.
Don Antonio los miraba desde el umbral de su almacén. Se quitó la gorra y apretó las mandíbulas al verlas.
Hace varios meses que viven en el altillo de los fiambres. Muy juntos, me miran cuando busco el pan todas las mañanas y yo les guiño el ojo con complicidad.

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